lunes, 23 de diciembre de 2013

LA CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD

LA NAVIDAD DE GRECCIO CELEBRADA POR SAN FRANCISCO (1223)
Relato de Tomás de Celano (1 Cel 84-87)

Digno de recuerdo y de celebrarlo con piadosa memoria es lo que hizo Francisco tres años antes de su gloriosa muerte, cerca de Greccio, el día de la natividad de nuestro Señor Jesucristo. Vivía en aquella comarca un hombre, de nombre Juan, de buena fama y de mejor tenor de vida, a quien el bienaventurado Francisco amaba con amor singular, pues, siendo de noble familia y muy honorable, despreciaba la nobleza de la sangre y aspiraba a la nobleza del espíritu. Unos quince días antes de la navidad del Señor, el bienaventurado Francisco le llamó, como solía hacerlo con frecuencia, y le dijo: «Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar. Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno». En oyendo esto el hombre bueno y fiel, corrió presto y preparó en el lugar señalado cuanto el Santo le había indicado.




Llegó el día, día de alegría, de exultación. Se citó a hermanos de muchos lugares; hombres y mujeres de la comarca, rebosando de gozo, prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, iluminó todos los días y años. Llegó, en fin, el santo de Dios y, viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno. Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y Greccio se convierte en una nueva Belén. La noche resplandece como el día, noche placentera para los hombres y para los animales. Llega la gente, y, ante el nuevo misterio, saborean nuevos gozos. La selva resuena de voces y las rocas responden a los himnos de júbilo. Cantan los hermanos las alabanzas del Señor y toda la noche transcurre entre cantos de alegría. El santo de Dios está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo. Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre y el sacerdote goza de singular consolación.



El santo de Dios viste los ornamentos de diácono, pues lo era, y con voz sonora canta el santo evangelio. Su voz potente y dulce, su voz clara y bien timbrada, invita a todos a los premios supremos. Luego predica al pueblo que asiste, y tanto al hablar del nacimiento del Rey pobre como de la pequeña ciudad de Belén dice palabras que vierten miel. Muchas veces, al querer mencionar a Cristo Jesús, encendido en amor, le dice «el Niño de Bethleem», y, pronunciando «Bethleem» como oveja que bala, su boca se llena de voz; más aún, de tierna afección. Cuando le llamaba «niño de Bethleem» o «Jesús», se pasaba la lengua por los labios como si gustara y saboreara en su paladar la dulzura de estas palabras.
Se multiplicaban allí los dones del Omnipotente; un varón virtuoso tiene una admirable visión. Había un niño que, exánime, estaba recostado en el pesebre; se acerca el santo de Dios y lo despierta como de un sopor de sueño. No carece esta visión de sentido, puesto que el niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos corazones, resucitó por su gracia, por medio de su siervo Francisco, y su imagen quedó grabada en los corazones enamorados. Terminada la solemne vigilia, todos retornaron a su casa colmados de alegría.



Se conserva el heno colocado sobre el pesebre, para que, como el Señor multiplicó su santa misericordia, por su medio se curen jumentos y otros animales. Y así sucedió en efecto: muchos animales de la región circunvecina que sufrían diversas enfermedades, comiendo de este heno, curaron de sus dolencias. Más aún, mujeres con partos largos y dolorosos, colocando encima de ellas un poco de heno, dan a luz felizmente. Y lo mismo acaece con personas de ambos sexos: con tal medio obtienen la curación de diversos males.
El lugar del pesebre fue luego consagrado en templo del Señor: en honor del beatísimo padre Francisco se construyó sobre el pesebre un altar y se dedicó una iglesia, para que, donde en otro tiempo los animales pacieron el pienso de paja, allí coman los hombres de continuo, para salud de su alma y de su cuerpo, la carne del Cordero inmaculado e incontaminado, Jesucristo, Señor nuestro, quien se nos dio a sí mismo con sumo e inefable amor y que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo y es Dios eternamente glorioso por todos los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Aleluya.



Fuente: http://www.franciscanos.org/enciclopedia/navidad1223.html


SAN FRANCISCO DE ASIS





San Francisco de Asís (1181-1226), cuyo nombre era Ginvanni di Bernadone, nació hijo de un rico comerciante de telas de Asís en la región de Umbría, en el centro de Italia, que deicidio pasar a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios. Según relatos de la época, tomó la decisión después de haber visto el crucifijo de la Iglesia de San Damián. Según su biografía, Francisco escuchó que le dijeron: “Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas”.

Llevó una vida religiosa austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Forma de vivir que en aquella época no fue aceptada por la Cúpula de la Iglesia. Francisco fue contemporáneo de una gran expansión económica debido a Las Cruzadas, al incremento del comercio y el crecimiento de las ciudades, que fortalecieron las riquezas en unos pocos y las desventuras y pesares en la mayoría. Es el comienzo de la transición del Feudalismo al Mercantilismo y luego al Capitalismo. 

Algunos Cardenales objetaban la presencia de los franciscanos por el peligro de la creación de una organización nueva, que fortaleciera los movimientos anticlericales de la época. Sin embargo, bajo el padrinazgo del Cardenal Juan de San Pablo, Francisco pudo conseguir una nueva audiencia con el Papa y crear una hermandad de Pobres. Murió el 3 de octubre de 1226, a la edad de 44 años.





UMBRIA


Es una región del centro de Italia. Es una de las regiones italianas más pequeñas, y la única que no se encuentra situada en los confines, terrestres o marítimos, de la nación.
La región recibe su nombre por la tribu de los umbros, pueblo de agricultores, que se asentó en la región en los tiempos protohistóricos (siglo VI a. C.): 672 a. C. fecha legendaria de la fundación de la ciudad de Terni (Interamna). Su lengua era el umbro, un pariente del latín y del osco.
Cuando Carlomagno conquistó la mayor parte de los reinos lombardos, se entregaron algunos territorios umbros al Papa quien estableció el poder temporal sobre ellos. Algunas ciudades adquirieron una especie de autonomía (las comuni); a menudo estaban guerreando entre ellas en el contexto del conflicto, más amplio, entre el Papado y el Sacro Imperio Romano Germánico o entre los güelfos y los gibelinos.
En el siglo XIII en Asís, nacieron dos figuras importantes para el catolicismo: san Francisco (1182-1226) y santa Clara. Los espléndidos frescos de Giotto, Cimabue, Lorenzetti y Simone Martini, presentes en la Basilica di San Francesco de Asís, hacen comprender bien la potencia de la religiosidad medieval y el fervor místico de la época.



GASTRONOMIA

El Scafata (Perugia): Plato de Umbria





El Scarfata es un antiguo plato de la región de Umbría, característico de la cocina sencilla del país, se destaca por la presencia de los productos propios de sus tierras. Es una sopa que se prepara mayormente en la primavera, con verduras frescas como los frijoles, las cebollas, los tomates, remolacha y el hinojo, además del tocino.
El Scarfata también llamado baggiana, que deriva su nombre del término “casco”, dialecto aplicado a la vaina del frijol, es conocido como la versión pobre de la Sopa de verduras, que incluye muchos de los productos de la huerta, enriqueciéndose con la presencia del tocino.
Se colocan los frijoles por un tiempo en agua con sal, luego se lavan para cocinar. Se corta el tocino o panceta en forma de dados, además de las cebollas, el tomate, el hinojo y la remolacha. En una cazuela con aceite (dos cucharadas) caliente se van incorporando todos los ingredientes poco a poco, por último los frijoles, la pimienta y sal al gusto.

Se deja hervir a fuego lento con la tapa puesta hasta que ablanden los frijoles, incorporarles agua hirviendo de vez en cuando para que no se seque. Se sirve con hojas de menta.  

villancicos más antiguos del mundo

VENI REDEMPTOR GENTIUM

El villancico más antiguo del que se tiene conocimiento es "Veni redemptor gentium" ("Ven Redentor de los Pueblos"), compuesto por Ambrosio de Milán en el siglo IV d.C.




Veni, Redemptor gencium,
Ostende partum virginis.
Miretur omne seculum:
Talis decest partus Deum.

Non ex virili semine
Sed mistico spiramine
Verbum Dei factum caro,
Fructusque ventris floruit.

Alvus tumescit virginis,
Claustra pudoris permanent;
Vexilla virtutum micant;
Versatur in templo Deus.

Procedens de thalamo suo,
Pudoris aula regia,
Gemine gigas substancie
Alacris ut currat viam.

Egressus eius a Patre,
Regressus eius ad Patrem;
Excursus usque ad inferos,
Recursus ad sedem Dei.

Equalis eterno Patri
Carnis tropheo accingere,
Ingirma nostri corporis
Virtute firmans perpetim.

Presepe iam fulget tuum,
Lumenque nox spirat novum
Quod nulla nox interpollet,
Fideque iugi laceat.

Ven Redentor de pueblos
nacido de una Virgen,
Que los tiempos te admiren
porque Dios ha nacido.

Sin semilla de hombre,
sino aliento divino,
el vientre ha florecido
y el Verbo se hizo Carne.

Crece el vientre de la Virgen,
siempre cerrado en pureza,
norma de virtud que brilla;
Dios en su Templo se encuentra

Que de su cámara salga,
de ese palacio tan puro,
a recorrer este mundo
el que tiene dos substancias.

De Dios Padre procede
y a Dios Padre regresa,
su viaje al infierno llega,
y a la estancia de Dios vuelve.

Coeterno con el Padre,
pero en nuestra misma carne,
nuestro cuerpo débil llena
con fuerza de vida eterna.

Pesebre, tu brillo es
nueva luz en esta noche,
la oscuridad se recoge
ante la más grande fe.




Bien vengades, pastores


siglo XV, de autor anónimo.




ADESTES FIDELES 

El villancico en latín más famoso del mundo ha sido atribuido a San Buenaventura, un franciscano italiano del siglo XIII o al rey portugués Juan IV, el rey músico, pero la hipótesis más aceptada apunta al músico inglés John Francis Wade, que lo habría compuesto en 1743 cuando trabajaba en el Centro Católico de Douay, en Francia. Así lo puso de manifiesto la investigación realizada por el monje benedictino Dom John Stephen. Se conoce un manuscrito con la letra y música que data del 1751 y 1760.



ADESTES FIDELES-Letra en Latín

Adeste, fideles, laeti, triumphantes,
Venite, venite in Bethlehem:
Natum videte Regem Angelorum:

Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

En grege relicto, humiles ad cunas,
vocatis pastores approperant.
Et nos ovanti gradu festinemus.

Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Aeterni Parentis splendorem aeternum,
Velatum sub carne videbimus
Delum Infantem, pannis involutum.

Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Pro nobis egenum et foeno cubamtem,
Piis foveamus amplexibus:
Sic nos amantem quis nos redamaret?

Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

ADESTES FIDELES-Letra en Español

Venid fieles todos, alegres y triunfantes
Venid, venid a Belén

Contemplad al nacido, Rey de los ángeles
Venid y adoremos, venid y adoremos
Venid y adoremos al Señor

Ved cómo, dejando el rebaño, humildemente hacia la cuna
rápidamente se acercan los pastores al ser llamados
Y nosotros apresurémonos con paso alegre.
Venid y adoremos, venid y adoremos
Venid y adoremos al Señor.

El esplendor eterno del Padre Eterno
Lo veremos oculto bajo la carne
Al Dios Niño envuelto en pañales
Venid y adoremos, venid y adoremos
Venid y adoremos al Señor.

Por nosotros pobre y acostado en la paja
Demosle calor con nuestros cariñosos abrazos
A quien así nos ama ¿quién no le amará?
Venid y adoremos, venid y adoremos
Venid y adoremos al Señor.